La Pandemia de la segunda década del siglo XXI

En estos tiempos los pueblos de Latinoamérica y el mundo atraviesan una crisis sanitaria sin precedentes en la historia contemporánea. Inédita por la altísima propagación del virus causante del COVID-19 que viajó sin fronteras en las maletas de un capitalismo globalizado, generando el colapso de los sistemas de salud de algunos de los países más ricos del mundo. Desde principios de marzo la propagación adquirió la categoría de pandemia y la OMS imploró a los gobiernos tomar medidas urgentes. Casi la totalidad de nuestros países viven por estos días con la medida generalizada que se ha instalado como concepto político: el aislamiento preventivo o distanciamiento social. De carácter más o menos restrictivo, en algunos casos conjugados con medidas más clásicas como el toque de queda, la región y buena parte del mundo vivimos en esta suerte de cuarentena global.


Desde la Plataforma, Red de Jóvenes, y la Oficina Latinoamericana de tdh Alemania pretendemos activar un ejercicio colectivo de relatar este tiempo desde nuestra realidad latinoamericana para visibilizar las tensiones y tendencias en tiempos de pandemia, para denunciar un modelo de desarrollo que ahora más que nunca queda al descubierto en su crisis y fundamentalmente para proponer un nuevo tiempo de crianza de la vida buena, más allá del desarrollo.

En este primer texto pretendemos describir el panorama general de la situación de nuestra región, con las limitaciones obvias por la imposibilidad de incorporarlo todo en un mismo cuadro, y también de enfocar en los detalles de esta imagen panorámica. En todo caso pretendemos mencionar las puntas de ovillos que iremos desenredando en los próximos artículos de esta serie.


Queremos puntualizar en las realidades de niños, niñas y adolescentes, en la demanda de un futuro más vivible para la niñez y las próximas generaciones, en armonía con la comunidad y la naturaleza. Y fuera de un desarrollo que en esta crisis demuestra su más decadente cara.


La desigualdad en tiempos de pandemia.


El panorama regional en el que aparece esta pandemia es crítico. Vivimos en sistemas económicos de libre mercado, estados subsidiarios, escasez de recursos en salud, educación, y altos niveles de violencia policial e institucional. Por sobre todo el factor común presente en nuestras sociedades es la “desigualdad social”, que distingue entre ricos y pobres y que ha ido tomando fuerza en los distintos conflictos o levantamientos sociales en países como, Bolivia, Chile, Ecuador, entre otros.


La desigualdad afecta directamente el acceso de la población a derechos humanos básicos como salud, educación, vivienda y condiciones laborales que protejan a los/as trabajadores/as; y es potenciada en el modelo de sociedad de consumo, donde la competitividad se vuelve un valor fundamental, donde muchos van quedando atrás viviendo en condiciones vitales precarias e intentando cubrir las necesidades básicas hasta cada fin de mes, sin esperanzas en la movilidad social. En este contexto de desigualdad de condiciones y oportunidades se vive la pandemia y la cuarentena. La pandemia pone en evidencia el panorama desolador de la desigualdad, que afecta principalmente a los grupos más desprotegidos como los niños, niñas, jóvenes y adultos mayores. Ese es el contexto en el que la pandemia se hace presente en nuestra región.


El mercado o la vida. Por el regreso del Estado de bienestar.


La pandemia tiene a algunos gobiernos de la región tratando de ganar tiempo para fortalecer sistemas públicos de salud que durante décadas habían sido diezmados por las políticas neoliberales impuestas en nuestros países. Se observa en países como Argentina y Perú, como la presencia del Estado se vuelve una condición indispensable para “aplanar” la famosa curva de propagación y enfrentar con mayor esperanza la pandemia. Pero también hay vastas zonas de muchos países, particularmente rurales donde la infraestructura de salud es escasa y el estado ausente: comunidades en Bolivia, por ejemplo, están cerrándose y controlando para evitar la llegada del virus.


Las medidas que han ido tomando los gobiernos que optaron por una acción positiva del Estado van desde el aislamiento social preventivo hasta las políticas de ayudas a los sectores más expuestos a los efectos de la crisis económica; un amplísimo conjunto que incluye a la niñez, los jubilados, los desempleados y los trabajadores informales, los niños y familias en situación de calle, las personas con discapacidad y los colectivos LGTBIQ) En algunos países también se impulsaron mecanismos de educación a distancia o de emergencia, a través de redes sociales, medios de comunicación públicos (particularmente radio y televisión) para favorecer la continuidad de los planes educativos, fuera de las escuelas. Hoy con los mercados casi totalmente paralizados vemos resurgir el verdadero rol esencial e indelegable de los estados, y escuchamos a algunos líderes mundiales defender todo lo que hace tiempo intentaban privatizar.


Del otro lado algunos países optaron por sostener la actividad de los mercados por sobre la salud de los pueblos. Gobiernos como el de Chile, Nicaragua, o México no tomaron las medidas de cuarentena de manera temprana o establecieron medidas menos restrictivas, en algunos casos ante la ineptitud para proteger a trabajadores de la economía informal, en otros dejando en manos de empleadores la decisión de cerrar o no las empresas. Llegando hasta casos más extremos como la figura del presidente de Brasil, que abiertamente desinforma a la población, desoyendo no sólo las recomendaciones de la OMS, sino de sus propios ministros. En Ecuador, las escenas de los cuerpos sin vida en las calles de Guayaquil muestran la más espantosa cara del abandono del rol del Estado en el modelo neoliberal.


Los grandes empresarios vienen ejerciendo sus presiones en todos lados para que se levanten las medidas; y en países como Guatemala o El Salvador en muchos casos directamente obligan a sus trabajadores a seguir asistiendo a las maquilas y oficinas de call centers sin ningún tipo de medida de prevención y seguridad.


La violencia institucional.


Como contracara presente de este estado de excepción, denunciamos los hechos de violencia en sus diversas manifestaciones y que se han visibilizado con mayor fuerza, como es la violencia institucional a través del actuar de las fuerzas de seguridad, que se registraron en la mayoría de nuestros países. El blanco de la agresión son los mismos siempre: jóvenes de sectores populares, migrantes, líderes indígenas y sociales, opositores políticos, personas privadas de su libertad. Normas de confinamiento que no contemplan el hambre y reprimen con más violencia en los sectores más pobres. El caso más terrible se ha dado en Colombia: en la madrugada del 22 de marzo, las protestas y de los reclusos ante el pésimo estado sanitario que reina en los establecimientos penitenciarios del país derivó en la muerte de 23 presos en la cárcel “la Modelo” de Bogotá.


Las violaciones de derechos basadas en género.


También ha proliferado la violencia con mayor frecuencia y crudeza al interior de los hogares, donde tanto mujeres como niños y niñas, víctimas de violencia de género, se encuentran prácticamente en cautiverio con sus agresores teniendo que soportar episodios de violencia física y abusos de carácter sexual, con escasas redes de apoyo o posibilidad de trasladarse a espacios seguros y de contención. Nuevamente, los más afectados son los sectores en situación de vulnerabilidad y condiciones precarias de hacinamiento, empleo, y acceso a servicios básicos. El aumento en las cifras en los distintos países es alarmante, tanto así que deben sobrevivir no sólo al Covid-19 sino a la pandemia patriarcal que ya han estado enfrentando hace años al exponer sus cuerpos a heridas profundas y abusos que en muchos casos se quedan en cuatro paredes y bajo el amparo de la impunidad e invisibilización de sistemas judiciales precarios y estados que no siempre establecen como protagonista de sus políticas publicas la garantía de los derechos humanos.


Frente al aumento de feminicidios, violaciones y otras manifestaciones de violencias de género, las redes de solidaridad y sororidad vienen desarrollando diversas experiencias de apoyo y auxilio, por ejemplo, creando aplicaciones “silenciosas” que advierten a contactos de emergencia sobre los momentos de peligro, pero también levantando la voz y exigiendo a los gobiernos medidas que atiendan la situación de especial vulneración que atraviesan.


La comunidad – Nadie se salva solo.


Siendo la región más desigual del planeta, teniendo niveles de trabajo informal en algunos países superiores al 60 %, y en este contexto de interrupción del trabajo, ninguna ayuda estatal posible es suficiente. Sin comunidad, no hay posibilidad de subsistencia y menos aún de transformación. Para estos tiempos, el trabajo que tenemos las organizaciones atiende particularmente las necesidades alimentarias de niños y niñas y sus familias. Más que nunca se demuestra la soberanía y autonomía alimentaria debe ser el centro de cualquier programa de futuro.


Las propias comunidades nos enseñan que la respuesta estuvo siempre en nuestras culturas. En toda Latinoamérica abundan los ejemplos de organización colectiva, de siembra respetuosa y comunitaria, de crianza armoniosa y solidaria. Por ejemplo, en territorios de Guatemala las familias reservan maíz y frijol. Frutos de la Madre Tierra que desde tiempos ancestrales han sido la base de la alimentación comunitaria de los pueblos y que aún en estos tiempos en que la agresión humana sobre la naturaleza ha alcanzado niveles insostenibles, están ahí, como regalo amoroso de un sistema de vida que debemos cuidar, volver a armonizar.


Ante el aislamiento, las herramientas tecnológicas de comunicación también están presentes en las comunidades y el trabajo de nuestras copartes. El acompañamiento y apoyo por redes digitales, las actividades con niños, adolescentes, y familias en las mismas redes que también sirven para la escucha y la contención. Siempre con criterios de solidaridad y equidad en el acceso a estas tecnologías, como puertas de acceso a derechos. Las tecnologías de la comunicación deben estar al servicio de las comunidades, y no al revés.


Por un Buen Vivir más allá del desarrollo


Desde el espacio común que conformamos la Plataforma Latinoamericana de Copartes, la Red Juvenil Latinoamericana y la Oficina Latinoamericana de tdh Alemania conocemos las necesidades, las demandas, pero también las potencialidades presentes cada territorio para enfrentar y disminuir las brechas sociales, sobre todo en el ámbito de la niñez y juventud. Esto nos permite tener una panorámica de la realidad política, económica y social en que viven millones de niños, niñas y sus familias, a través del trabajo de décadas, y que hoy son un insumo importante para impulsar proyectos que logren mitigar, dentro de nuestras posibilidades, las necesidades que surgen en esta crisis sanitaria producto de la declarada pandemia a nivel mundial.


En este escenario, nos reafirmamos en los objetivos estratégicos que nos hemos propuesto hasta el 2023 , que apuntan a promover el derecho a la niñez y adolescencia a un ambiente sano y sostenible, a la lucha contra las violaciones de derechos basadas en género; a la atención psicosocial de la niñez desplazada y a la promoción de una cultura de paz desde la niñez y juventud. Pero particularmente el gran desafío que tenemos por delante está inscripto en nuestro tema focal : la búsqueda y construcción de nuevos modos de vida, fuera de este modelo de desarrollo que viene aniquilando la diversidad de las formas de vida y que por lo tanto, (y la pandemia lo demuestra con crudeza) no puede sostenerse por más tiempo.


Después de la epidemia. La salida es colectiva.


En un reciente artículo publicado en su blog , el filósofo español Fernando Savater propone sobre este tiempo: “habitar la crisis, para no volver simplemente a la normalidad”. La idea se completa con la imagen que ilustra esa nota: sobre un mural una leyenda afirma “No volveremos a la normalidad porque la normalidad era el problema”. También el teólogo brasileño Leonardo Boff nos advierte en «Coronavirus: autodefensa de la propia Tierra» : “es imperativo reformatear nuestro estilo de vida en ella, el modo como habitamos la Casa Común es pernicioso para su naturaleza”


Esta situación especial generada a partir de la pandemia viene a demostrarnos la fragilidad de nuestra existencia, y a desnudar la precariedad de este modelo de desigualdad. Un virus que ha viajado haciendo un tour global por los llamados países centrales y periféricos, atravesando fácilmente fronteras inexpugnables para migrantes; pero abiertas para las mercancías: se ha instalado como un capital más, y está generando un daño en la salud de las poblaciones que aún no podemos medir. Un daño que sin embargo sabemos sufrirán con mayor intensidad los países más empobrecidos, con menos equipamientos y recursos sanitarios.


Pero a la vez y cargando esos dolores colectivos, es la oportunidad para potenciar nuestras energías y aportar en la transformación de esta realidad. Porque, una vez superada esta crisis de pandemia mundial, ¿cuál será la nueva carta de navegación que tanto el Estado como la sociedad civil seguirán en Latinoamérica? Esta pregunta nos invita a reflexionar tanto a nivel individual como colectivo, y revela la importancia de generar propuestas conscientes para lo nuevo que se nos avecina. Es central apostar por acciones colectivas. Con la importancia de abordar esta problemática a través de la organización, del apoyo mutuo y en armonía con la naturaleza. Porque otro mundo, otro modelo de sociedad, una vez más, es posible.


1. https://tdh-latinoamerica.de/?page_id=2942
2.«En camino a un bienestar fuera del desarrollo» La importancia del desarrollo alternativo social y económico para la aplicación de los derechos humanos y de la niñez https://tdh-latinoamerica.de/wp-content/uploads/2019/01/Mocion-Final-5-Tema-Focal-ADM.pdf
3. https://www.filosofiapirata.net/habitar-la-excepcion-pensamientos-sin-cuarentena-i/
4. https://cambiopolitico.com/coronavirus-autodefensa-de-la-propia-tierra/120886/

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