El Caracol es una organización mexicana surgida en 1994 por la falta de atención para jóvenes hombres y mujeres y sus familias que viven en las calles. Es una organización referente que brinda servicios concretos, propicia que estas poblaciones se reconozcan como personas sujetas de derechos, que tengan acceso a servicios de salud, educación y documentación y crear un entorno favorable a través de la demanda de políticas públicas y de generar reflexión en la opinión pública, que sean visibles, ellas y ellos, su situación, necesidades y sueños.
El Caracol llega a la calle con la intención de reducir el tiempo de vivir en las calles, que consideran su única opción en la vida ya que son la 2da o 3ra generación con esas prácticas. La esperanza de vida de jóvenes en las calles es de 26 años, reducir el tiempo en las calles es un gran paso y la visión es que de forma articulada se garantice oportunidades para su inclusión social de manera digna y productiva. Las mujeres y las niñas/os sufren violaciones constantes a sus derechos humanos: maltrato en el sector salud, negación de sus derechos sexuales y reproductivos, no reconocimiento de su ciudadanía. En general la experiencia de vida en las calles conlleva un deterioro de la salud física y psicológica de las personas, quienes viven en la calle cursan por un proceso de habituación al dolor; las experiencias traumáticas en la calle conllevan síntomas de estrés post-traumático y depresiones sin que exista diagnóstico y tratamiento. El trabajo de salud y reconexión con su cuerpo es una condición necesaria para reconocer sus dolores y la necesidad de atención.
A las familias que subsisten en la calle les es muy difícil brindar una alimentación adecuada a sus hijas/os, por un lado trabajan en condiciones y con ingresos precarios y por otro carecen de materiales necesarios para cocinar. Por ello el servicio de comedor brindado por El Caracol a niñas y niños les es muy necesario y el cambio en su nutrición es palpable.
Las poblaciones callejeras viven en mucha soledad, discriminación y violencia de forma cotidiana lo que les resta confianza, afectándose sus relaciones entre quienes viven en la calle y las personas de la comunidad. Por ello crear espacios de dialogo, intercambio de puntos de vista, de identificación de apoyo, les motiva a vivir en menos soledad y plantearse el esfuerzo por salir de las calles. Dialogando reconocen los riesgos en su vida cotidiana, la represión, la reproducción de la violencia y las estrategias de auto-cuidado que aplican y otras que acordaron. La reflexión sobre resolución pacífica de conflictos de alguna manera, mas a los hombres, les hace sentir desarmados ante la violencia y discriminación cotidiana. Aún con todo este escenario 33 personas se comprometieron con el proceso de vida fuera de las calles, así experimentaron en diversos escenarios, Resultó grato ver que logramos que 33 personas fueron las que accedieron a procesos de vida fuera de las calles. Transitan las diferentes etapas abrazando la vida y nuevas oportunidades.