SANDRA CORTÉS INIESTRA, psicóloga, Fundación Juconi, Puebla, México
¡Jugar es cosa de niños! Sí, de niñas, niños, adolescentes y adultos, inclusive adultos mayores. Nos han dicho que el juego es sólo para niños y a veces pensamos que es un distractor o una pérdida de tiempo. Sin embargo, los momentos de juego son imprescindibles para el desarrollo de cualquier ser humano. Son parte de la cultura humana, tan ancestral, que los primeros juguetes Persas datan del año 1200 a.C. Este dato nos demuestra como el juego es una necesidad biológica indispensable que tiene diferentes formas de expresión de acuerdo a la edad y la etapa del desarrollo.
El cuerpo de las y los bebés necesita el movimiento para reconocerse, conectar una neurona con otra, a un nivel biológico y también como construcción de la identidad al conocer los límites de su cuerpo y sus capacidades. Aunque el juego sea tan simple como seguir un objeto con la mirada, los llevará a una sensación de logro cuando se completa la trayectoria y se animará a una tarea más desafiante: tocar el objeto. Moverá todo su ser para alcanzarlo y aunque a simple vista sólo se esboce una sonrisa, si miramos con atención, la emoción está presente en cada parte de su cuerpo: en su rostro la sonrisa, las piernas y los brazos agitándose y un pequeño grito que festeja un logro.
El lenguaje del juego es la corporalidad en su totalidad. A un lado, el adulto que ha tenido la paciencia, que ha estado atento a sus reacciones y ha facilitado el juego. En ese momento, la comunicación ojo a ojo. El gozo, el placer compartido. Tantas sustancias químicas en el cerebro que confirman que estar con esa persona es seguro, que es una figura de cuidado confiable, que lo acepta, lo respeta y lo quiere. La conexión y el vínculo que establecen en estos primeros momentos, es el fundamento de una relación segura, de sembrar confianza en sí mismo y la certeza de ser amado y aceptado.
Si el juego es alentado en las primeras etapas del desarrollo, conforme el niño crece los potenciales crecen también. Sabemos hoy en día que el aprendizaje significativo es el que perdura a lo largo de la vida; éste es el que deja una huella emocional en quien lo vive, entre mayor sea la conexión emocional, mayor el aprendizaje. El juego es la actividad que de manera natural conecta de inmediatamente los centros emocionales del cerebro. Podemos entender entonces por qué niños y niñas quieren pasar tanto tiempo jugando. Jugar es la forma natural de aprender a resolver problemas de manera autónoma, sin juicio, dando libertad absoluta al ensayo y error, es la idea más básica del científico: experimentar. Intentar de una y mil maneras enfrentar retos. Desarrolla la curiosidad y creatividad.
El juego puede realizarse solo, pero finalmente buscará compartir, está en su naturaleza. El resultado: logros compartidos, empatía, conexiones cercanas, expresiones profundas de afecto, cuidado por el otro, respeto por todo cuanto nos rodea. Todas las artes son la expresión sofisticada del juego. Los juegos, aún en la etapa adulta son la oportunidad de resolver problemas de manera creativa, sin juicios, con la libertad de equivocarse y seguir siendo uno mismo. Se gana confianza y valor, aprendemos a amarnos y apreciar a los otros.