La celebración de la Pachamama de Apadim en Córdoba – Argentina ya es parte integral de nuestro trabajo pedagógico y colectivo. Cada año nos dedicamos a la recuperación de prácticas y saberes tradicionales, que están presentes en nuestras historias, en las historias de nuestras familias, de nuestros barrios, de nuestra comunidad. En este artículo comentamos sobre esta iniciativa cultural y pedagógica y mostramos una fiesta de color, inclusión y diversidades.

En los últimos años, desde nuestra institución hemos emprendido un proceso de reflexión y desarrollo de nuevas prácticas institucionales en el que confluyen las perspectivas de inclusión, el modelo social de la discapacidad y el enfoque de derechos humanos como ejes propios de nuestro trabajo en el campo de la discapacidad; con una serie de reflexiones que vienen de reconocernos como institución que trabaja en un territorio social marcado por la diversidad cultural, conformado por familias migrantes (tanto de países vecinos y otras provincias), o desplazadas históricamente del campo a la ciudad, así como vecinos que desde hace décadas dan a la zona sur de la ciudad de córdoba una marcada y rica identidad. Un sector urbano vulnerado económica y socialmente y profundamente rico en culturas, relatos y saberes que se deben valorar y preservar.

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Como frutos de esa búsqueda, y gracias a aprendizajes que fuimos recibiendo de artistas, de historiadores, de grupos musicales que nos acompañan siempre, de otras organizaciones de Córdoba (como el Instituto de Culturas Aborígenes, el Museo de Las Higueras, entre muchos otros y otras) y en el marco de la Plataforma Latinoamericana de Organizaciones por el Buen Vivir (apoyada por terre des hommes Alemania), en la que confluimos con organizaciones de distintos países de la región; y también fundamentalmente, gracias al proceso de familias, de recuperación de sus propios saberes, transmitidos de generación y generación, y casi perdidos entre las urgencias que impone la vida moderna, en la última década impulsamos iniciativas que crecen año tras año, llenándonos de satisfacción. El trabajo que realizamos durante agosto y que culmina con esta celebración comunitaria, es parte de esas iniciativas.

Cada año reelaboramos este proceso y esta jornada ritual de cierre compartiendo con organizaciones, escuelas y familias de la zona. Así nos encontramos para darle gracias a la Madre Tierra con amigxs y compañerxs de la Escuela Primaria Yapeyú de Barrio Irupé; de la Escuela Nicolás Berrotarán, de Barrio Jardín; también del Colegio Agrotécnico IPEA Nº4 de Barrio Chacra de la Merced; del colegio secundario Instituto Parroquial Nuestra Señora del Trabajo, de Villa El Libertador; y del Centro de Comunicación Popular y Asesoramiento Legal – Cecopal. Con todos llevamos procesos de inclusión, de trabajo conjunto y articulaciones para la construcción de una sociedad más inclusiva, justa y digna.

Nos juntamos así para compartir una jornada comunitaria, para ofrecer nuestras energías, para desarrollar conciencia crítica sobre el impacto que el desarrollo tiene sobre las condiciones de vida, sobre la necesidad de reinventarnos como sociedad, inclusiva y armónica.

Esta celebración es una práctica de recuperación de saberes tradicionales muy ligados a las historias de muchas de nuestras familias. Historias marcadas por el ocultamiento de sus raíces, por el abandono de conocimientos campesinos que se transmitían de abuelos y abuelas a sus nietos y nietas y que obligadas por la vida contemporánea se van perdiendo.

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Aunque generalmente se realiza la celebración de la pachamama el 1 de agosto, en realidad todo el mes está dedicado a la Madre Tierra. Y en ese marco, hace ya muchos años también hacemos nuestra propia celebración, en la que participamos todos: familias, vecinos, amigos, compañeros. Y con la ayuda de familias que fueron recuperando con nosotros costumbres y saberes.

En esta parte del mundo agosto un mes particular, cuando el invierno comienza a retirarse y el renacer de la primavera puede verse al final de los vientos de agosto. De ahí también la costumbre de origen guaraní y extendida por todo Paraguay, Uruguay y Argentina, de tomar Caña con Ruda, para “ahuyentar los males y las enfermedades”. En los calendarios agrícolas tradicionales son tiempos de preparación de la tierra para la siembra.

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